domingo, 18 de noviembre de 2007

Aquel día en que bese a Dios

La vi crecer correteando por los pasillos enmarañados del barrio, el comedor y la escuela como a tantos niños del asentamiento, apareciendo y desapareciendo entre esos caminos que se estiran cual mano de infinitos dedos agarrotados por el frío impiadoso de la necesidad.-

Era la cuarta de una camada de siete hermanos, todos muy parecidos entre sí, menos ella. A través de los años fui incorporando sus apodos como una letanía: el “Moncho”, el “Cabeza”, el “Chavo”, la “Noe”, la “Pipi”, el “Pechu” pero el de los dos últimos los desconocía porque aún no habían alcanzado la edad escolar.-

A pesar de las dificultades, el rostro picaresco de la “Noe” lucía una eterna sonrisa y cada vez que nos cruzábamos era como si el sol brillara mas.-

- Doña Celestina... dígame la verdad. ¿De noche también sonríe? – la madre, tan parecida a ella, me mostraba orgullosa unos pocos dientes mientras asentía divertida.-

Pero la sonrisa de Noelia se hacía mas grande cuando apretaba contra su pecho aquel juguete que le tocara en las fiestas de fin de año o en la cola bulliciosa del “Día del Niño.-

- A mi me gusta mas la Navidad porque no hace tanto frío – comentaba tiritando y se frotaba las manos curtidas mientras soplaba vahos calientes buscando un poco de su propia tibieza.-

La acaricié con ternura asumiendo con dolor que a lo largo de su corta vida, tanto ella como el resto de los chicos, se habían acostumbrado a recibir una alegría en fechas determinadas, sin conocer que gozan de uno de los tantos derechos que tienen los niños, incluso respaldado por las naciones del mundo: el derecho a jugar todos los días.-

Siempre se caracterizó por la desvergüenza de sus ojos oscuros, el largo pelo lacio y negro, piel cetrina heredada de sus ancestros chaqueños y aquel carácter temible cuando se

enojaba. Sin dejar de sonreir, amenazaba desde la mirada.-

- Mejor no me tengas de enemigo – fanática de “Guevara” repetía la frase entre silbidos y mas de uno pensaba en los puños de sus hermanos mayores porque nunca la vieron pelear a la par de ellos como la vi yo.-

Cualquier excusa resultaba un motivo suficiente para desencadenar una pelea y en uno de los tantos recreos se armó la batahola. Ayudada por la portera y varios grandes de buena voluntad los pudimos separar. Eran dos varones contra ella y aún hoy la recuerdo acomodándose lo que había quedado de su delantal mientras amenazaba:

- Los espero afuera – sin perder la sonrisa fue la primera en entrar a Dirección a dar las explicaciones del caso.-

Doña Celestina solía vender frente a la escuela sabrosas tortas fritas del tamaño de una sartén. Después de muchos ruegos me secreteó la receta: a un puñado de sal disuelto en agua tibia le iba incorporando lentamente media taza de grasa de chicharrón derretida, mas un paquete de harina común hasta formar un bollo elástico. Luego, sobre la mesa enharinada lo amasaba una y otra vez a fin de que quedara bien lisita. La cortaba en pedacitos formando bollitos y con la palma de las mano los iba aplastando una a una hasta formar grandes tortillas redondas, luego le hacía un agujero al medio y las fritaba en grasa de pella. A medida que las sacaba de la sartén las iba apilando dentro de una gran canasta de mimbre intercalándolas con papel blanco de almacén para que quedaran sequitas.-

- Están calentitas Doña Susana, como a Ud. le gusta – cada mañana embolsaba dos tortas espolvoreadas de azúcar mientras me comentaba alguna inquietud doméstica – No me gusta que la Noelia ande trepada al carro, es trabajo de varones – guardando las monedas murmuró su disgusto y rehuyendo la mirada me acomodó el paquete en un costado del portafolio.-

- Hablaré con ella – sabiendo que su preocupación encerraba un pedido especial, me animé - ¿Y el “Moncho”? – estaba tocando un tema prohibido pero la confianza ganada a través de los años me animaba a esperar una respuesta sincera.-

- Anda en malas compañía, ya ni lo puedo controlar – me dio la espalda a fin de atender a otro cliente y como se demoraba mas de la cuenta, supe que el diálogo había concluido.

El sonido de la campana llamando a clase fue mi salvación.-

- Hasta luego Doña Celestina – nos despedimos como siempre, con un beso.-

- Hasta luego Doña Susana – y continuó con sus quehaceres, el ceño fruncido denunciaba la angustia que la carcomía por dentro.-

Antes que ella me considerara una igual tuve que sortear varios escollos en esa escala de valores impuesta por su comunidad y no era fácil, había que ganarlo.-

Me llevó bastante tiempo dejar de ser “la Nueva” y transformarme en la “Seño”, título que me acompañó por casi dos años. Siempre atenta a los códigos tan especiales de las sociedades marginales logré algunas conquistas y con el tiempo conseguí el máximo galardón, signo de respeto: Doña Susana, que no es poco.-

A las ll,30 hs. de la mañana y de lunes a viernes, los dos turnos de escolares se reunían en el salón multifuncional a fin de recibir lo que posiblemente fuera la única comida del día.-

Era muy difícil controlarlos, sobre todo los lunes. Mas de una vez, empujados por el

hambre se golpeaban entre ellos por conseguir un lugar de privilegio en la larga fila para sentarse en los primeros bancos, creyendo que de esa manera comerían mas.-

- ¿Dónde está Noelia? – preocupada, me estiré sobre el grupo buscándola entre los bulliciosos comensales, sin éxito.-

- ¿Dónde va a estar? ¡Con la cocinera! – el pequeño Pedro, sabedor de la estrategia de su hermana, gozaba de antemano lo que ella les tenía reservado.-

Admirando tamaña viveza me limitaba a sonreir. Mientras servía en cada plato la porción humeante de guiso, rogaba interiormente para que una vez mas tuviera éxito.-

En la cocina el trajín resultaba enloquecedor, muchas veces el personal no daba abasto entonces Noelia, cambiándose el delantal blanco por otro de hule, iba lavando la vajilla amontonada en los fregaderos y las colocaba con una velocidad increíble dentro del escurridor acanalado de madera, aliviando de esa manera tan ingrata tarea.-

Con una cuchara raspaba el fondo de las ollas y guardaba los sobrantes en cajas de plásticos. Cuando quedaban bien llenas las tapaba prolijamente y seguía con otra, de esa manera aseguraba la comida para toda la familia.-

- ¿Cuándo te vas a cortar el pelo, vos? – a la gorda cocinera le molestaba verla soplarse constantemente el abundante flequillo.-

- ¡Ni loca! ¡Antes, muerta! – y agitaba orgullosa su negra cabellera apretada en una larga coleta bordeando la cintura.-

- ¡Qué rico olor! – con comentarios parecidos lograba arrancarle las recetas... y el mal humor. Contaba con la habilidad de buscar el momento oportuno, pronunciando las palabras justas que a la otra le gustaba escuchar.-

- Vení y prestá atención... zalamera – de esa forma aprendió a conocer los caros secretos

culinarios de emergencias y dar una buena mano en casa.-

Por ser la mayor de las mujeres siempre se tuvo que hacer cargo de la cena, lavar y planchar la ropa, cuidar a sus hermanos. Doña Celestina regresaba muy tarde luego de limpiar varias casas ajenas. Sin el padre, todo se hacía mas difícil ante tantas bocas que alimentar.-

Era la primera de la fila de 7mo. Grado pero tan guapa e inquieta que jamás pasaba desapercibida. A pesar de sus 15 años, su cuerpo enjuto la hacía parecer mas niña.-

Cuando escuchaba la campana de salida, corría cargando las bolsas de comida para pasarle su delantal blanco a la hermana del turno tarde, intercambiando también las zapatillas.-

- ¡Cuidalas pendeja!. Agarralo al Pedro de la mano y... ¡Ojo al cruzar la ruta! – aconsejaba arrodillada a sus pies doblándole los puños de las mangas porque ella era dos tallas mas grande, luego le anudaba los cordones a los tobillos para que no chancletee tanto al caminar.-

- ¿Conseguiste postre? – quiso saber la pequeña, recién habían terminado de almorzar pero la confirmación de la próxima comida se convertía en una urgencia en la larga lista de sus necesidades.-

- ¡Si “Pipi”, si! – tras empujarlos hacia adentro corría al carro donde la esperaban sus hermanos mayores bajo los frondosos árboles llenos de pájaros, codiciaban mas las cajas de plástico que a ella - ¡Chau Doña Susana! – gritaba al pasar.-

Suspirando resignada me quedaba en la puerta apurando a los rezagados, observando a la distancia la disputa sobre el altar de los desesperados. Todos... menos el “Moncho”.-

Acurrucado entre varias bolsas repletas de botellas se subía el cuello de la campera deportiva cubriéndose la nariz y disimulando tener frío, inhalaba despacio la bolsa con pegamento. Había descubierto la forma de engañar a la panza y así mismo, sin importarle siquiera si un día cualquiera no pudiera despertarse mas.-

- ¡Soltá esa porquería boludo, comé algo! – le gritaba Noelia afligida en tanto lo zamarreaba como si fuera otra bolsa de basura.-

El caballo azuzado por las largas riendas golpeando sus ancas inició sobresaltado la marcha, arrastrando tras de sí a ese puñado de hermanos con hambres diferentes, jamás merecidos.-

Al ver semejante escena comenzaban mis reclamos.-

“¿Adónde irán los tiempos de la infancia, Señor?. ¿Adónde van a parar?.-

¿Quedarán dormidos entre la edad de la esperanza y los primeros sueños juveniles?.-

Solo sé que en ese difícil arte de aprender a vivir también se va tejiendo un colchón de buenos recuerdos para que cuando transitemos los años por venir, nos podamos acostar en él y mirar simplemente... la luna”.-

Ya no la veré tan seguido a Noelia, su mamá le consiguió una casa “con cama adentro” para limpiar y está feliz, la pudo sacar del carro.-

- Doña, avísele que la quiero ver el domingo – le dije en vísperas del Día del Niño y con el corazón encogido la besé a la disparadas, no quería que descubriera mis lágrimas pugnando por salir.-

- ¿Para qué? – preguntó curiosa escondiendo un beso entre mis manos.-

- Por que... - y no pude continuar - ¡Porque la extraño mucho!.-

La fría tarde de ese lunes me acompañó camino a casa, Noelia me esperaba en la esquina arrebujada en un camperón dos tallas mas grandes, saltando sobre el pasto para espantar el frío.-

- Doña Susana ... – y corrió a mis brazos a curar mi corazón.-

- Te esperé hasta último momento, fue tu día también – enlazadas por la cintura la invité a tomar unos mates pero no aceptó, le había prometido a la patrona volver temprano.-

- ¡Espera, espera! - la alegría del reencuentro por poco me hizo olvidar de darle el regalo que llevaba en mi portafolio.-

- ¡Qué lindo!.-

¡Jamás olvidaré tanta felicidad cuando, articulando los dedos dentro del títere, me agradeció con su mas franca sonrisa!.-

Nos abrazamos fuerte porque así es el amor de los niños, no tiene medida ni condición, abrazar y besar a esa niña de 15 años... fue como abrazar y besar a Dios.-

MARY VICY

2 comentarios:

Unknown dijo...

BRILLANTE!!!

All Over The World - Without Mercy dijo...

hangarHola Bertita que lindo que esta tu blog!!!!!!

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