- Seño ¿Por qué me cuesta tanto leer?
- Porque tenés el corazón más grande
que el cerebro.-
Joaquín
Concluida la jornada de trabajo, me acomodé la correa del portafolio atravesando el pecho y saludando al paso, corrí tras el grupo de maestros por la orilla de la calle embarrada, hacia la ruta 8. Los delantales blancos formaban una especie de protección para cualquier intención equivocada.-
En medio de la algarabía, mis compañeros se fueron subiendo al colectivo correspondiente. Para el mío, faltaba bastante. Pasaba cada media hora.-
Lo vi llegar con pasitos vacilantes, remera oscura hasta las rodillas, ocultando un cuerpito enjuto, no más de 8 años. Los pantalones gastados descubrían sus morenas piernas y unas zapatillas de mil usos, se habían adaptado al crecimiento de sus pequeños pies.-
Con voz monocorde y sin mirar a los ojos, extendía su manita buscando la tan ansiada moneda. La cosecha era magra pero igual, agradecía.-
Los pasajeros se sucedían constantemente y cuando quedaban algunos pocos, él volvía insistente como esperando un milagro.-
- ¡Hola Doña Susana! – su voz cristalina alcanzó el tono feliz de la alegría.-
- Campeón, es tarde! – Ya las primeras sombras ocultaban los ranchos linderos y el viento frío me apretó contra la pared del refugio.-
- Me quedo hasta que se vaya – y sonrió pícaro. Su intención era seguir juntando monedas y hacerme un poco de compañía.-
Acaricié su cabeza rapada y me quedé contemplando los resabios de su corta historia marcadas en ella. Las blancas huellas contaban más que las palabras. Había de todos los tamaños hasta que descubrí la cicatriz del cuello. Era como el collar de un yugo que lo marcaría para toda
Pero me quedé en silencio.-
Escarbé en el bolsillo de mi delantal, conté las monedas necesarias para el boleto y el resto se las puse en la mano, sin soltarlo.-
- Vamos, se está haciendo tarde. ¿Dónde vivís?
- Aquí no mas, a dos casas de la esquina – y sonrió feliz. Se sentía protegido.-
El descampado estaba poco iluminado y destilé miedo. El se dio cuenta y me apretó aún más fuerte la mano.-
- El Diosito nos va a cuidar. A mí siempre me escucha – confió en un hilo de voz.-
- Estoy segura de que sí porque sos muy bueno. ¿Sabés cual es el nombre secreto de Dios? Muy pocos lo conocemos.-
- ¿Me va a ayudar cuando lo necesite? – y su inocencia se agigantó por encima de las estrellas.-
- A mi, en este momento, me está ayudando – ya habíamos llegado a la puerta de su casa.-
Me agaché para darle un beso y acercando mis labios a su oído le susurré el nombre mas preciado de mi corazón.-
- El nombre secreto de Dios es Joka, como el tuyo.-
Viendo que se acercaba el colectivo, corrí desesperada hasta la parada para no perderlo. Me senté al lado de la ventanilla y me quedé observando la esquina donde seguramente, Joka, el Dios de los niños, me desearía las buenas noches.-
MARY VICY
“Los dueños del Reino (II)
e-mail: maryvicy@hotmail.com
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