El silencio de la meditación después de la última oración de la Misa, abría con fuerza los ojos del alma. Las reclinadas cabezas casi ni se movían. Un fervor suplicando favores y agradeciendo los conseguidos, hacían aque esa comunidad se proyectara más allá del Altar. Apenas se escuchaban los suspiros y una que otra mirada se elevaba buscando un hálito divino, devenido de las oraciones silenciosas.-
Miguel y yo estábamos sentados en el último banco, bajo el influjo acogedor de ese momento tan especial. Acariciaba mi mano tratando de que mis cuitas sean escuchadas alguna vez.-
Él sabía cuánto extrañaba a los chicos del Hogar, donde todos formaban parte de mi ser. Rogaba por ellos las 24 horas del día y la mezquindad ajena de no poder verlos, entristecía mi corazón.-
El sacerdote, luego de la bendición final, se adelantó hacia la salida y un séquito peregrino se acomodó detrás, entonando la última canción.-
En medio del crepúsculo anunciando la noche, los saludos se sucedían uno tras otros, deseándose mutuamente un lindo fin de semana.-
Costaba abrirse paso entre la gente y la espera se hizo larga. La oscuridad caía como un manto sereno, apenas mitigado por los faroles encendidos de la calle.-
- ¿Mirá quienes están sentados en los escalones? - Con voz emocionada, mi marido me susurró la pregunta al oído.-
El gentío impedía la visión y parándome sobre las puntas de los pies, divisé las caritas felices. Eran ellos. Del más grande al más chico. Se habían agrupado a un costado cuchicheando con ojos asombrados los pormenores de tan extraña cofradía.-
Miguel alzó a Nic y haciendo equilibrio, fue besando uno por uno. Un ramal de brazos cariñosos se colgaron de mi cuello y por breves segundos nos mantuvimos abrazados sin pronunciar palabra alguna. En ese momento estaban de más.-
- ¿Cómo sabían de que estábamos aquí? - tanta felicidad me hacía tartamudear.-
- Nos gustó la canción y nos quedamos a escucharla - aclaró Cari, una de las más grandes.-
- ¿Vos sos Dios? - La curiosidad de Gaby había hecho blanco en el sacerdote. Su naríz de querubín se posó a pocos centímetros de la larga sotana.-
-¡Ja! ¡Ja! - el padre José se reía ante tamaña ocurrencia.-
Joka, señalando los hábitos de una religiosa, pregntaba insistente porqué se vestía así.-
- Es una moda - le contesté sonriente mientras le acariciaba la cabeza.-
- ¿De dónde vienen? - Miguel se sentó entre ellos, manteniendo en su regazao a Nic. Yo me acomodé a su lado.-
- De la plaza - apuró Yessi para no quedar fuera de la conversación.-
- Los extrañamos mucho - el coro repitió la frase en voz baja y no supe que contestar.-
- Les propongo algo- y buscando un poco de privacidad, mi marido continuó - Pidan permiso en el Hogar para organizar una salida.-
El silencio como respuesta, nos bajó el ánimo. La noche había borrado el día y también nuestras esperanzas.-
- Chicos, ya es muy tarde. Vayan rapidito. La Abuela se puede preocupar - aconsejé mientras me levantaba.-
- ¿Cuándo vamos a ir a tu casa? - Nic no se resignaba a la partida y se acurrucó aún más entre los brazos de Miguel.-
- Ya veremos. Tenemos que tener paciencia.-
Formando un grupo apretadito, nos despedimos entre besos y abrazos.-
- ¡Te quiero mucho! - escuché de pronto a mis espaldas.-
Me di vuelta y me encontré con la cara sonriente de Gaby.-
Miguel lo tomó de la mano y lo acompañó hasta el grupo.-
Yo me quedé rezagada para no correr tras ellos. Cuando cruzaron la calle, se dieron vuelta y nos saludamos a la distancia.-
Los portones de la Parroquia chirriaron sobre sus goznes hasta quedar cerrados.
- ¿Estás contenta?
- Si. Se ve que hoy era mi turno y Dios al fin me escuchó.-
Mary Vicy
martes, 29 de abril de 2008
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