martes, 29 de abril de 2008

Un "te quiero" a mis espaldas

El silencio de la meditación después de la última oración de la Misa, abría con fuerza los ojos del alma. Las reclinadas cabezas casi ni se movían. Un fervor suplicando favores y agradeciendo los conseguidos, hacían aque esa comunidad se proyectara más allá del Altar. Apenas se escuchaban los suspiros y una que otra mirada se elevaba buscando un hálito divino, devenido de las oraciones silenciosas.-
Miguel y yo estábamos sentados en el último banco, bajo el influjo acogedor de ese momento tan especial. Acariciaba mi mano tratando de que mis cuitas sean escuchadas alguna vez.-
Él sabía cuánto extrañaba a los chicos del Hogar, donde todos formaban parte de mi ser. Rogaba por ellos las 24 horas del día y la mezquindad ajena de no poder verlos, entristecía mi corazón.-
El sacerdote, luego de la bendición final, se adelantó hacia la salida y un séquito peregrino se acomodó detrás, entonando la última canción.-
En medio del crepúsculo anunciando la noche, los saludos se sucedían uno tras otros, deseándose mutuamente un lindo fin de semana.-
Costaba abrirse paso entre la gente y la espera se hizo larga. La oscuridad caía como un manto sereno, apenas mitigado por los faroles encendidos de la calle.-
- ¿Mirá quienes están sentados en los escalones? - Con voz emocionada, mi marido me susurró la pregunta al oído.-
El gentío impedía la visión y parándome sobre las puntas de los pies, divisé las caritas felices. Eran ellos. Del más grande al más chico. Se habían agrupado a un costado cuchicheando con ojos asombrados los pormenores de tan extraña cofradía.-
Miguel alzó a Nic y haciendo equilibrio, fue besando uno por uno. Un ramal de brazos cariñosos se colgaron de mi cuello y por breves segundos nos mantuvimos abrazados sin pronunciar palabra alguna. En ese momento estaban de más.-
- ¿Cómo sabían de que estábamos aquí? - tanta felicidad me hacía tartamudear.-
- Nos gustó la canción y nos quedamos a escucharla - aclaró Cari, una de las más grandes.-
- ¿Vos sos Dios? - La curiosidad de Gaby había hecho blanco en el sacerdote. Su naríz de querubín se posó a pocos centímetros de la larga sotana.-
-¡Ja! ¡Ja! - el padre José se reía ante tamaña ocurrencia.-
Joka, señalando los hábitos de una religiosa, pregntaba insistente porqué se vestía así.-
- Es una moda - le contesté sonriente mientras le acariciaba la cabeza.-
- ¿De dónde vienen? - Miguel se sentó entre ellos, manteniendo en su regazao a Nic. Yo me acomodé a su lado.-
- De la plaza - apuró Yessi para no quedar fuera de la conversación.-
- Los extrañamos mucho - el coro repitió la frase en voz baja y no supe que contestar.-
- Les propongo algo- y buscando un poco de privacidad, mi marido continuó - Pidan permiso en el Hogar para organizar una salida.-
El silencio como respuesta, nos bajó el ánimo. La noche había borrado el día y también nuestras esperanzas.-
- Chicos, ya es muy tarde. Vayan rapidito. La Abuela se puede preocupar - aconsejé mientras me levantaba.-
- ¿Cuándo vamos a ir a tu casa? - Nic no se resignaba a la partida y se acurrucó aún más entre los brazos de Miguel.-
- Ya veremos. Tenemos que tener paciencia.-
Formando un grupo apretadito, nos despedimos entre besos y abrazos.-
- ¡Te quiero mucho! - escuché de pronto a mis espaldas.-
Me di vuelta y me encontré con la cara sonriente de Gaby.-
Miguel lo tomó de la mano y lo acompañó hasta el grupo.-
Yo me quedé rezagada para no correr tras ellos. Cuando cruzaron la calle, se dieron vuelta y nos saludamos a la distancia.-
Los portones de la Parroquia chirriaron sobre sus goznes hasta quedar cerrados.
- ¿Estás contenta?
- Si. Se ve que hoy era mi turno y Dios al fin me escuchó.-
Mary Vicy

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