La quiero mucho, Profe
Ivy
Ese mediodía del primer viernes de febrero, al atender a quien golpeaba las manos, me encontré con una mujer joven, sumando años de más, vaya a saber por qué. En pocas palabras, me pidió un turno de apoyo escolar para su hijo adolescente, quien estaba al borde de quedarse en 7° Año por tercera vez.-
- Tengo miedo de que abandone la escuela – me susurró por lo bajo.-
- ¿Por qué no pasa? – invité como respuesta.-
- Yo me quedo acá.-
La voz con rezagos infantiles y naciente adultez se escuchó como una sentencia. Miré más allá del hombro de la madre y lo vi.-
Alto, delgado, con mechones claritos en su enrulado cabello, sus negros ojos de mirada penetrante se clavaron en los míos sin hacerme bajar
Como para sortear tan difícil situación, se puso de espalda y apoyó una de sus manos en la pared, la otra la puso en jarra desde su cintura, cruzó las piernas y mientras esperaba que nosotras acordáramos un horario, se quedó mirando el cielo, simulando no prestar atención.-
- ¿Le parece bien lunes, miércoles y viernes a las 9?
- Si. No hay problema. Con tal de que rinda bien - murmuró la señora entre suspiros.
- Mirá que te escuché ¡Eh! No soy sordo – La voz enojada se disparó como un látigo.
- ¿Tu nombre?
- Decíselo vos -
Con gestos resignados, la madre me puso al tanto de las dificultades que presentaba en sus estudios. No le gustaba la escuela y en lo único que pensaba era en trabajar.
- Ivy, traé la carpeta y todo lo que tengas de Matemáticas.
Intenté un principio de diálogo.-
- Son dos hojas locas. La profesora faltó casi siempre – protestó en su defensa.
A esta altura de la entrevista, mi pared conoció la punta de sus zapatillas, su espalda y el puño furioso escupiendo toda la bronca.
- ¿Cuánto es la hora? – preguntó la madre y bajó los ojos resignada. Esperó paciente lo que no quería escuchar.
-
- Pero yo quiero colaborar con algo – insistió sorprendida con un dejo de vergüenza.-
Devolviendo su dulce mirada, la abracé con ternura y la despedí recordándole el horario.-
- A las 9, ni un minuto mas, ni un minuto menos. Chau Ivy.-
Ivy no me saludó. Cuando la madre desanduvo la mitad de la cuadra, él ya estaba en
Al lunes siguiente, con una puntualidad de nueve campanadas, tocó el timbre.
Fueron tres semanas a puro trajín. Su carpeta se engrosó con ejercicios de práctica y de conocimientos. Con el tiempo se fue relajando y a pocos días del examen, me abrió su corazón.-
Como hacía últimamente, lo esperé en
Vivía a diecisiete cuadras, cruzando
- Si te avivás de que no te jodan, eso deja guita – me confió casi en secreto.
- Bueno, pero ¿Te distes cuenta que tu trabajo tiene mucho que ver con las Matemáticas? –
- Y… si. En serio, la profesora faltaba mucho. Casi todos tenemos que rendir ¡Esa chabona hija de…! – no terminó
- Tanto tu papá, como tu mamá y como la profesora, son seres humanos que cuando se tienen que enfermar, se enferman. Soportan mil inconvenientes como
cualquiera. Un título no hace
- ¿Y usted de que vive si no le cobra a nadie? – mientras hablaba, se agachó para acomodarse la suela despegada de
- Mi marido trabaja en una empresa y yo me arreglo con mi jubilación – no quería dar mas detalles, seguro que se incomodaría.-
Al concluir la clase, guardó en silencio sus útiles en la mochila, se acomodó nuevamente la suela y rumbeó hacia la salida.-
- Esperá un poquito.
Abrí el placard del baño y saqué un par de zapatillas de mi marido que no usaba nunca.-
- Probatelas, capaz que te sirvan – ofrecí sin mirarlo. Tenía miedo de que se ofendiera.
Sin vacilar, se sentó en el suelo y se las puso. Le calzaban perfecto.-
- Son de marca. Las voy a cuidar. Esta tarde rindo y capaz que me traigan suerte.
Con varios consejos encima, lo despedí emocionada. Yo sabía que a lo largo de las tres semanas había ganado un pequeño y gran amigo.-
Bastante avanzada la tarde, me pregunté como le habría ido. El timbre me rescató de la ansiedad.-
Al abrir la puerta, Ivy, con una gran sonrisa, me anunció que había aprobado y sin mediar respuesta alguna, me ofreció una flor. Enseguida reconocí que pertenecía a la maceta de mi vecina
Nos abrazamos por un largo rato. Aún guardo su última frase en mi corazón.-
- La quiero mucho, Profe – la fue repitiendo a los gritos mientras corría hacia su casa.
Y yo también Ivy, y yo también.-
MARY VICY
“Los dueños del Reino (II)
1 comentario:
Bueno, querìa comentarles que hoy Ivy es un joven emprendedor, terminò la etapa escolar y se especializò en mecànica del automotor. Trabaja para una compañía de transporte de larga distancia y cada dìa, recorriendo las rutas del paìs, aprende lo que tanto ama, trabajar en lo que le gusta. Besos
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